jueves, 11 de febrero de 2010

PORTONES

Mientras buscaba respuestas, encontré mas preguntas. Sin motivos validos para quedarme, fui cediendo ante los pedidos.
El mozo trajo la cuenta, decidí pagarla aunque no me parecía justa. Los vasos no eran de excelente calidad y el plato distaba de ser digno. Pero sirvieron agua y comida respectivamente, y eso me convenció de que debía pagar, aunque sea bajo protesta.
Salí a caminar, después de pagar, salí a la calle y la encontré extrañamente soleada. Un poco más vacía de lo común. Tengo que hacer memoria para acordarme, pero en esas 16 cuadras que camine, aseguraría que no me cruce con nadie. Y si lo hice, no lo registre. No estaba en mí, mi físico caminaba pero mi mente no lo acompañaba. Miraba, miraba sin observar.
No se si en algún momento cruce de vereda. Suelo tratar de caminar por la vereda donde el sol no da, donde hay sombra. Donde parece que el aire se siente más. Donde se respira mejor. Las bocacalles sin duda que las cruce, como mínimo 16 de ellas. Me asusta saber que las cruce sin observar, porque como ya les dije se que las cruce mirando, pero no observando. Pero aquí estoy de todos modos. Parece que llegue.
Es curioso que tampoco pueda recordar en que pensé durante el trayecto. Parece haber quedado un especio muerto, en un momento salí del bar, y como si todo hubiese sucedido en un segundo aparecí acá. Frente a esta portón. No se que hay detrás de el, no se porque me detuve frente a el, pero acá estoy.
No es la primera vez que me pasa, seguido suelo terminar una rutina de frente a los portones. Cuando quedo frente a ellos parece que recuperara la conciencia. Que volviera en mí. Pero lo que me conduce hasta los portones es lo que no logro recordar. Es a lo que no pongo atención, es donde dejo de observar. De la misma manera tampoco puedo entender, ni descifrar porque siempre parezco “despertar” frente a los portones. Son de distintos materiales, hierro o madera. Son de distintos colores, blancos, negros, rojos, azules, verdes, etc. Pero lo que si los unen, los unifica, además de por ser portones, es el tamaño. Ninguno mide menos de 2.15 metros de alto y 4 metros de ancho. Del otro lado de ellos deduzco que debe existir un jardín y una casa. Pero jamás puedo ver más allá de ellos. Porque los portones siempre se encuentran rodeados de muros, que tienen la misma altura del portón, y es imposible tener una perspectiva para ver que hay detrás de ellos. Son portones sin manija.
Hoy es el día, hoy se que es el día. Si llegue hasta aquí, se que hoy es el día. Sospecho que no recuerdo como llego ante ellos, porque llego por inercia. Porque es mi destino, mi naturaleza. Por decirlo de alguna manera “Los portones me llaman “. Con la misma naturalidad con la que respiro es con la que llego a toparme de frente a un portón.
De aquí en adelante intentare prestarle atención a mi respiración, intentare observar el camino que me conduce hasta allí. No son detalles menores, pero ya habrá tiempo, porque como voy a seguir respirando hasta el día de que muera, de la misma forma, hasta el día que me muera se que seguiré buscando portones.
Pero el día de hoy, es el día en que voy a dejar de observar el portón. El día de hoy es el día en que voy a mirar que se esconde detrás de el y sus muros.

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